APRI es la asociación representativa de los profesionales españoles del lobby, la representación de intereses o las relaciones institucionales en nuestro país. Se constituyó en 2007 con el objetivo, entre otros, de promover la ordenación de nuestra actividad en España de la misma manera que se ha hecho ya por parte de las Instituciones europeas (Parlamento y Comisión) y hasta en otros 15 países de nuestro entorno.

El pasado lunes 15/09 se publicaba en el diario elmundo.es el siguiente artículo firmado por J.M.: Ruz interroga al primogénito y a su esposa en busca de indicios de su actividad de ‘lobbysta’. Como representantes de esta profesión, lamentamos el uso que la prensa y los medios de comunicación en general siguen haciendo al día de hoy de la palabra lobista, utilizándola en sus narraciones como sinónimo de corruptor.

Durante estos años, hemos aprendido como Asociación de Profesionales de las Relaciones Institucionales la gran importancia del uso de las palabras que nos definen como profesión y como profesionales. Así como hemos aprendido el gran desconocimiento que tiene la sociedad civil sobre una actividad legítima y que ve a siempre más jóvenes acercarse a esta profesión. Asimismo, no es ningún secreto que la profesión del lobista y la actividad por ellos ejercida esté considerada por las principales organizaciones internacionales como la OCDE o por la misma Unión Europea como una pieza fundamental del proceso decisional en las democracias modernas.

Como APRI llevamos años trabajando para dar a conocer una profesión que nunca ha sido fruto de improvisación sino de formación y especialización constante. De ahí que nos cuesta mucho entender la relación entre el titular del artículo antemencionado y la profesión a la que nos dedicamos de forma diaria. Así como nos cuesta, aún más, entender el párrafo señalado a continuación, donde se asocia casi a un delito una actividad que todos nosotros ejercemos con transparencia:

 

El último informe policial remitido al juzgado es un prolijo análisis de 31 facturas libradas por sociedades del primogénito a diferentes empresas contratistas de administraciones catalanas por servicios de intermediación, asesoramiento o consultoría de lo más diverso que la Policía, tras tomar declaración a decenas de testigos y recabar abundante documentación, considera falsos, ya que encubrirían en realidad una retribución ilícita por esa actividad de lobbysta. El beneficio sumaría cerca de 8,5 millones de euros.

 

No sabemos si esas palabras hayan sido extrapoladas del mismo informe policial al que se refiere el artículo, sin embargo si así fuese nos gustaría poder expresar, a través de este post, nuestra opinión para desmontar ese lugar común por el que la opinión pública española asocia la palabra lobby o lobista a corrupción o corruptor. Y en este sentido, la ayuda que nos pueden dar los medios de información es inmensa.

En nuestra opinión, el primer punto de partida es tan sencillo y fácil de aplicar: llamar las cosas con su verdadero nombre. Quien habla de lobby asociándolo a corrupción y compadreo no está hablando de lobby, está hablando de corrupción y compadreo. Los que ejercen esta profesión de forma transparente y profesional nunca se reconocerán en esa visión del lobby justo porque eso no es lobby sino otra cosa. Lobby no es mover contactos, corromper a alguien o influir negativamente sobre las decisiones públicas, como tal vez han hecho los protagonistas del artículo. Lobby es estrategia, desarrollo de negocio y representación legítima de los intereses. Es una actividad que puede hacer que toda la sociedad en su conjunto pueda crecer y prosperar. El lobista es como un interprete: traduce las necesidades de la entidad que representa al poder público. Le explica un problema, poniéndolo a la atención del político que a lo mejor no tiene conocimiento suficiente sobre un determinado asunto.

Cerramos este post con una anécdota que nos gusta siempre contar y que en este caso no puede ser más apropiado mencionar. En 1800 los periodistas tenían muy mala fama. «Prefiero envenenar a la pobre gente con ginebra que con periódicos» escribía Walter Scott en el siglo XIX. Hoy sin la prensa no habría democracia. Se habla de cuarto poder. Existen incluso índices que miden la libertad de prensa en cada país y de ahí la calidad de su democracia. Algo impensable en aquel entonces, si leemos la frase de Sir Walter Scott. Hoy la fama que tiene un lobista es algo parecida a la que podía tener un periodista hace dos siglos.

Por ello, hace falta que la prensa y los medios de comunicación en general nos ayuden en esa labor pedagógica de información sobre lo que es verdaderamente la actividad del lobby, empezando a usar de forma apropiada esta palabra.

* En nombre de APRI, su Presidenta, María Rosa Rotondo, ha escrito una carta al director del diario El Mundo que ha sido publicada el pasado 21/09/2014 como Carta del Día.