“Hacer lobby es anticiparte a tus oponentes”, dice mirando a cámara unaJessica Chastain dura, implacable, con el ceño fruncido, desde luego no la Jessica Chastain dulce y maternal que Terrence Malick, Jeff Nichols y compañía nos metieron hasta en la sopa hace unos años. El caso Sloane está a punto de terminar y a su personaje, la temible señorita que da título a la película, tacón de aguja, vestido de Armani, maquillaje hasta la coronilla, la hemos visto hacer todo tipo de salvajadas –escuchas ilegales, tráfico de influencias, etc– para ganar su particular batalla: que EE UU apruebe una regulación contra las armas.
Miss Sloane es una mujer de esas que el cine saca poco al terreno de juego: ambiciosa, inflexible, sin escrúpulos ni deseos de familia, brillante, despegada, con escasa experiencia en el arte de perder y con una determinación clara, ser la mejor pase lo que pase. Una serie de cualidades, parece decir el director de El caso Sloane, John Madden, ideales para vestir a una lobista empoderada. Porque de eso trata el nuevo filme del director de Shakespeare in Love, de una lobista que se pasa de un lobby malo a otro bueno para intentar que se apruebe una legislación a favor del control de armas. Pero, ¿acaso existen los lobbies buenos? ¿No eran todos los lobbies malos?
“Tenemos muy mala imagen –cuenta Carmen Muñoz, directora de Asuntos Públicos en Llorente & Cuenca desde hace cinco años y medio–. Hay mucha mística entorno a los que trabajamos cerca del poder pero realmente las cosas son más sencillas”. Según esta consultora y profesora de la Universidad Carlos III, algo de culpa tiene también el que, tradicionalmente, quienes hacían lobby fuesen los sectores con más fuerza económica y problemas regulatorios como el tabaco, alcohol, armas… “Pero ahora hay muchos sectores distintos y no todos son del Ibex 35”, continúa en aras de la transparencia a la que aspira para una profesión que la mayoría de las veces se esconde bajo el término más aséptico de “consultoría”. De ahí, probablemente, que diga que sí cuando le proponemos que nos acompañe a un pase de El caso Sloane y que se muestre tan dispuesta a hacernos ver cuán verosímil es la película de John Madden en su retrato del oficio de lobista.Porque, ¿qué demonios hace exactamente un lobista?
“En Llorente & Cuenca nos contratan clientes (empresas, fundaciones, ONGs…) que tienen una necesidad de influir, modificar o proponer una regulación al gobierno o al parlamento. Así que nosotros estamos en el medio de lo privado y lo público, somos un puente para que se entiendan estos mundos. Las empresas siempre necesitan negocio o reputación y los políticos quieren votos”, explica Carmen Muñoz sobre un oficio en el que se mezclan economistas, sociólogos, abogados, etc, con el fin de abarcar contratantes tan distintos como el sector energético, la economía colaborativa, los colegios profesionales, empresas de telecomunicación… Es una profesión, también, que varía según el país en el que se practique y el momento histórico. “La regulación va cambiando y surgen nuevos debates, como el que abre ahora la irrupción de los negocios digitales como Airbnb o Uber–comenta–. También ante problemáticas sociales como la de la inteligencia artificial, los drones, o el aceite de palma, que, curiosamente aparece en la peli”.
He ahí el primer punto a favor de El caso Sloane. No sólo porque toque un tema actual sino por su manera de abordarlo. “La película explica muy bien que, como lobista, tienes que estudiar a fondo los temas, por ejemplo, investigar qué dicen los informes científicos y los organismos reguladores sobre el aceite de palma. O en el caso de los negocios digitales, analizar todos los sectores a los que afecta su regulación”, explica convencida de que el filme hace una pedagogía fiable de lo que es el oficio. ¿También sobre esa anticipación que Jessica Chastain vende desde el tráiler cual Cruella de Vil? “También. Para nosotros, la anticipación es crucial. Tenemos que ser ágiles y estar preparados cuando surgen nuevas regulaciones tanto en España como en la Unión Europea –para lo que usamos sistemas de monitorización– y también ser rápidos en la comunicación con los políticos”.
Pero, ¿hay que ser tan fría e implacable como la señorita Sloane? Carmen se ríe. “Me pasma cómo describen su vida personal, que esté enganchada a las pastillas y que tenga un escort asignado para los miércoles por la noche. Salvo excepciones, los lobistas somos mucho más normales, tenemos familia y nuestro trabajo tiene muchas horas de ordenador, lectura, estudio… Nuestro día a día también incluye zapato bajo, sobre todo, cuando más toca correr”, explica comparándose con un personaje que, además, le parece demasiado masculino. “Hacer lobby tiene una parte muy emocional, hace falta una sensibilidad para la que el cerebro femenino está muy preparado porque necesitas esa empatía y esa inteligencia emocional para entender lo que te cuentan”, afirma y añade que cada vez son más las mujeres que se incorporan a la profesión.
Entonces, ¿a qué viene ese retrato que hace El caso Sloane del lobista como un ser tremebundo, frío y sin escrúpulos? En parte, por el efecto Hollywood, y,en parte, por las diferencias entre el lobista español, o europeo, y el de EE UU. “Son dos sistemas políticos muy distintos y eso afecta a la manera de hacer lobby. Nosotros tenemos contacto con una sola persona de cada partido político en el Parlamento. Esa persona tiene encomendado estudiar un determinado tema y por eso recurre a nosotros. En EE UU cada senador es un voto, así que te encuentras empresas de lobby que tienen contacto con cinco o seis senadores”. Un sistema selectivo y caro que consiste en ir, uno a uno, presionando a los políticos, lo que explica que Jessica Chastain se pase media película corriendo de un lado a otro de EEUU para convencer a los senadores de que voten a favor de la legislación contra las armas. “Nosotros nos basamos en un derecho constitucional para hablar con lo público desde un punto de vista de interés general –sigue Carmen– y esto te permite hacer un lobby de transparencia para que esa conversación sea constructiva”. También implica hacer menos matemáticas. “Chastain hace mucha geometría variable porque cada senador tiene una importancia en sí misma enorme. Nosotros sólo la hacemos cuando, como sucede ahora, el parlamento está muy disperso, porque hay grupos políticos pequeños pero muy importantes”.
Otra diferencia entre el lobista estadounidense y el europeo, nos cuenta Carmen, es la aproximación al político. Mientras que a Jessica Chastain la vemos por su cuenta y riesgo tratando de convencer a los senadores, “en España y en Europa los lobistas no hacemos representación de intereses, yo no voy sin cliente sino que simplemente le acompaño. Todavía creemos que la comunicación tiene que ser directa entre el político y el sector”. ¿Y cómo es esa relación con los diputados? “Cada vez son más abiertos, tienen la obligación moral de recibir a todo el mundo y escuchar sus propuestas”, cuenta Carmen sobre relaciones muy formales y una agenda absolutamente profesional. “Se cuida mucho cómo son los correos electrónicos, que no se pueda sacar de contexto una propuesta”, explica sobre su obligación e interés de alejarse de la imagen que se ha creado sobre el lobby y más a causa de la corrupción que ha asolado España en los últimos años. “Intentamos crear una relación fluida con los políticos, no sólo recurrimos a ellos cuando tenemos algo que pedir sino que ellos muchas veces buscan a los grupos de interés para que les asesoremos sobre temas que no controlan”.Pero nada del compadreo que se ve entre lobistas y políticos en El caso Sloane.“Ese aspecto de la película chirría mucho. Vamos a eventos y nos vemos, pero no hay esa familiaridad”.
Cuando el personaje de Jessica Chastain decide pasarse al bando contrario y defender la regulación contra la tenencia de armas, todos sus compañeros presuponen un secreto vínculo emocional con el tema. Sin embargo, pese a su falta de escrúpulos y a las artimañas que emplea para ganarse los votos de los senadores, ella se limita a argumentar que es una cuestión de principios. ¿Es eso normal? Según Carmen Muñoz, lo es: “Nosotros hacemos un lobby ético, solamente trabajamos con clientes que tienen un interés de influenciar en la política legítimamente”. Más razones para que se regulen los lobbies, legislación que el gremio lleva años persiguiendo. “Queremos que se pierda la desconfianza sobre algo que es absolutamente normal, que los políticos hablen con las empresas. El problema sería que el político solo hablase con una empresa”,explica haciendo referencia a ex políticos con agenda y a las famosas puertas giratorias.
Además de la caza de votos directa, el lobby que lidera Miss Sloane utiliza a los medios de comunicación para influir en la opinión pública, creando campañas negativas que también ejercen presión en los senadores. “Me encanta el escrache de la rata que aparece en la película –bromea Carmen–, pero aquí, por código ético, no podemos hacer campañas negativas”. Caso distinto es el de las campañas positivas, el lobby indirecto en redes sociales y medios de comunicación. Por ejemplo, cuando una directiva de la Unión Europea tiene que ser traspuesta a España y, para agilizar un proceso que por lo general es bastante largo, se habla con los medios para que conozcan la problemática y publiquen sobre ella, llevando así el debate a la calle. “Cuando el debate está en los medios es más fácil que el político entienda el problema y agilice ese trámite”, explica Carmen sobre un proceso que además requiere investigación que muchas veces lideran las universidades.
Carreras por los aeropuertos de EE UU, debates en la televisión en prime time, semanas sin dormir y un porrón de horas extras en una oficina llena de ruido. ¿Se vive la profesión de lobista con la misma intensidad con la que la vive Jessica Chastain? “Ahí la película exagera mucho, porque nosotros tenemos mucho trabajo que consiste en ponerte la coleta y estudiar, en construir una narrativa bebiendo de muchas fuentes, de saber qué ocurre en otros países, etc”, reconoce Carmen. “Aunque claro que hay momentos de tensión, cuando una decisión importante está a punto de tomarse o conocerse y hay que operar rápido y, sobre todo, estar alerta”. Ya lo dice Jessica Chastain en El caso Sloane. Es una cuestión de anticipación.